jueves, 4 de diciembre de 2008

Yo soy linda a mi manera

¿Por qué no tengo ojos claros? o ¿por qué mis senos no son tan grandes como los de las modelos y artistas? y ni hablar de los gorditos que se derraman en la cintura, o quizás las arrugas que tengo bajo los párpados. Pues la verdad, a veces este tipo de inconformidades personales pueden llegar a convetirse en serios problemas, no sólo de salud física sino también mental.

¿Es que acaso las mujeres debemos seguir un stándar o regirnos a un prototipo de silueta femenina, esbelta y delgada, para que nos veamos, nos vean y nos sintamos bellas? Lo que pasa es que este mundo actual nos enfrenta con imposiciones absurdas que sólo y únicamente responden a un sistema comercial, en donde el ser humano queda degradado por las maneras y formas en que lo material busca apoderarse de lo escencial.

Qué importa si no nací con ajos azules grisáceos, o si mis piernas están un poquito rellenitas. Qué importa si la que está pasando al lado mío tiene la piel lisa pero recubierta con litros de base y capas de blush, mientras mi piel está experimentando reacciones hormonales normales en la adolescencia, y ello hace que algunos granitos rodeen mis mejillas. Qué importa si mis caderas no son tan pronunciadas como las de aquellas modelos que desfilan para diseños de lencería, al menos mi silueta cubre los espacios de mis jeans, me siento cómoda y no debo esquivar miradas asediantes de lobos en constante celo.

Lo importante no es cuánto brillo labial haya puesto en mis labios, sino aquellas palabras que ellos pronuncien y denoten franqueza y profundidad. Lo importante no es llevar mi cintura al descubierto y mostrar cuadritos en el abdómen, sino sentir que mi estómago disfruta de los alimentos de los que no me privo por "cuidar la línea".

¿Anorexia? ¿Bulimia? Acaso ¿no son estas las principales enemigas de la adolescencia contemporánea? ¿Cuál es el sentido de andar por la calle o por el mundo con el esqueleto casi visible, sin necesidad de rayos x, mientras no me acepto a mí misma a pesar de vomitar todo cuanto coma, y seguir pensando que estoy gorda? Es que el problema está ahí, radica al momento en que se clasifica las siluetas en gordas y flacas, dándole preferencia a la flaqueza.

Lo que en realidad cuenta es el pleno goce de saberse y sentirse a una misma. Y ¿si alguién llegara a criticar mis kilos de más, mis piernas flacas, o mi nariz aguileña? Pues la respuesta es simple: Así soy yo, esta es mi verdadera belleza. No venimos de una fábrica de maniquiés para que seamos todos tallados a la misma medida, tamaño, color y grosor. La belleza no se mide en la apariencia sino en la escencia.
Por: Fernanda Morán
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1 comentario:

Ivanx dijo...

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http://www.clarin.com/diario/especiales/sierra/bolivia/index.htm