viernes, 19 de diciembre de 2008

¿Yo Anoréxica?

Mientras Paula caminaba por la calle recibió un piropo que la dejó desconcertada. "Uy mi amor usted ya parece un esqueleto andante", le dijo el típico "casi don juan" que nunca falta al caminar por la ciudad. pero, lo que en realidad le preocupa es la expresión "esqueleto andante". Entonces muchas ideas empezaron a rondar su cabeza. Primero inició un conteo minucioso de hace cuántos meses venía guardándo porciones de arroz, carne o guisos envueltos en servilletas. La mayor parte de ocasiones lo hace a espaldas de su madre. Pero aquella frase "esqueleto andante" no la deja tranquila.
-¡Qué va! ¿Yo, un esquelto? si mi figura es envidiable, dice para sí misma, y a modo de monólogo se responde, con tono más preocupante aún: -Pero la verdad es que las guardaba para supuestamente comerlas luego, y jamás lo hice. ¿Entonces en verdad me veo como un esqueleto?.

Al igual que Paula las personas que sufren de anorexia se niegan a aceptar que por varios aspectos y factores personales presentan síntomas o actitudes relacionados con la anorexia, incluso para personas ajenas o conocidos que observen su aspecto físico la enfermedad resulta notoria.

La anorexia nerviosa se puede considerar como una alteración por defecto, de los hábitos y/o comportamientos involucrados en la alimentación. Las personas que lo padecen dedican la mayor parte de su tiempo a temas alimentarios y todo lo que esté relacionado con ello. La preocupación por la comida y el temor a ganar peso forman lo esencial de este trastorno, junto con la inseguridad personal para enfrentarse a este problema. Niegan la enfermedad y se perciben gordas en alguna parte de su cuerpo a pesar de presentar un aspecto esquelético. Sobreviene la irregularidad menstrual y más tarde la amenorrea o la impotencia en varones.


Por Fernanda Morán

jueves, 4 de diciembre de 2008

Yo soy linda a mi manera

¿Por qué no tengo ojos claros? o ¿por qué mis senos no son tan grandes como los de las modelos y artistas? y ni hablar de los gorditos que se derraman en la cintura, o quizás las arrugas que tengo bajo los párpados. Pues la verdad, a veces este tipo de inconformidades personales pueden llegar a convetirse en serios problemas, no sólo de salud física sino también mental.

¿Es que acaso las mujeres debemos seguir un stándar o regirnos a un prototipo de silueta femenina, esbelta y delgada, para que nos veamos, nos vean y nos sintamos bellas? Lo que pasa es que este mundo actual nos enfrenta con imposiciones absurdas que sólo y únicamente responden a un sistema comercial, en donde el ser humano queda degradado por las maneras y formas en que lo material busca apoderarse de lo escencial.

Qué importa si no nací con ajos azules grisáceos, o si mis piernas están un poquito rellenitas. Qué importa si la que está pasando al lado mío tiene la piel lisa pero recubierta con litros de base y capas de blush, mientras mi piel está experimentando reacciones hormonales normales en la adolescencia, y ello hace que algunos granitos rodeen mis mejillas. Qué importa si mis caderas no son tan pronunciadas como las de aquellas modelos que desfilan para diseños de lencería, al menos mi silueta cubre los espacios de mis jeans, me siento cómoda y no debo esquivar miradas asediantes de lobos en constante celo.

Lo importante no es cuánto brillo labial haya puesto en mis labios, sino aquellas palabras que ellos pronuncien y denoten franqueza y profundidad. Lo importante no es llevar mi cintura al descubierto y mostrar cuadritos en el abdómen, sino sentir que mi estómago disfruta de los alimentos de los que no me privo por "cuidar la línea".

¿Anorexia? ¿Bulimia? Acaso ¿no son estas las principales enemigas de la adolescencia contemporánea? ¿Cuál es el sentido de andar por la calle o por el mundo con el esqueleto casi visible, sin necesidad de rayos x, mientras no me acepto a mí misma a pesar de vomitar todo cuanto coma, y seguir pensando que estoy gorda? Es que el problema está ahí, radica al momento en que se clasifica las siluetas en gordas y flacas, dándole preferencia a la flaqueza.

Lo que en realidad cuenta es el pleno goce de saberse y sentirse a una misma. Y ¿si alguién llegara a criticar mis kilos de más, mis piernas flacas, o mi nariz aguileña? Pues la respuesta es simple: Así soy yo, esta es mi verdadera belleza. No venimos de una fábrica de maniquiés para que seamos todos tallados a la misma medida, tamaño, color y grosor. La belleza no se mide en la apariencia sino en la escencia.
Por: Fernanda Morán
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